CAPÍTULO 1 – LA ACADEMIA
(Chenoa)
El jurado de Operación Triunfo después de muchas de liberaciones el jurado ha decidido que seas una de las 16 personas seleccionadas para entrar en la academia y formar parte de Operación Triunfo.
Recuerdo perfectamente esas palabras escritas en el papel que saqué de aquel sobre que me cambió la vida después de al fin haber conseguido superar todas esas pruebas. Las leí en voz alta, sentada a una amplia mesa con una cámara de televisión frente a mí y otra a mi derecha, a lo cual ya empezaba a acostumbrarme. Aun así, no pude evitar echarme a llorar de emoción. Sí, una de las cosas que me enseñó Operación triunfo fue que es mucho más bonito llorar de emoción que de tristeza.
Los días siguientes me encontré dividida en sentimientos enfrentados. Por un lado, esos nervios y esa inquietud por saber que iba a tener la oportunidad de cumplir mi sueño, ese programa de televisión podía ser mi pasaporte para conseguir dedicarme a la música. Pero por otro lado, esa incertidumbre de no saber exactamente cómo iba a ser aquello, esa certeza de que seguramente habría momentos no tan buenos al estar encerrada en una casa con otras quince personas a las que no conocía, sin saber nada del exterior pero sin poder librarme de que las cámaras me estuvieran grabando cada momento del día. ¿Y las clases? ¿Serían difíciles? ¿Y los profesores? ¿Y las galas? ¿Sería demasiado para mí y acabaría haciendo el ridículo? No había resuelto ninguna de la infinidad de dudas que me asaltaban cuando antes de darme cuenta me encontré cerrando la maleta y despidiéndome de mis padres. Se me saltaron una vez más las lágrimas. ¡Lo que estaba llorando esos días! Sí, estaba muy sensible, pero supongo que es normal. A partir del día siguiente ya no sería Laura, en Operación Triunfo sería Chenoa. No sabía cuánto tiempo iba a durar en la academia, pero despedirme de mis padres siempre me ha resultado duro, les aprecio demasiado.
—¡Acabáis de entrar en vuestra casa! —gritó Nina aquel día.
Todo era alucinante, gritos y saltos de ilusión, la academia por fin, las cámaras, los dieciséis… No me lo podía creer, era realmente difícil de digerir y solo era el principio. Agarré a Natalia del brazo y la atraje hacia mí.
—Tú no te separes de mí, que eres muy chica —le dije, aunque soy consciente de que yo también necesitaba tener a alguien a mi lado en esto. Había conocido a Natalia en los castings, como al resto de mis compañeros; me había caído bastante bien y, al ser la más pequeña de todos, yo había sentido un instinto un tanto maternal y un extraño afán de protección hacia ella.
Los dieciséis corrimos eufóricos a explorar todos los rincones de la academia: las habitaciones, los baños, la cocina, el comedor, la zona de descanso, las clases, la amplísima sala de ensayo… Todo me pareció espectacular y me sentí algo abrumada al darme cuenta de que por todas partes detrás de los espejos había cámaras que desde ya nos estaban grabando. Las chicas nos instalamos en nuestra habitación, pero yo no quise deshacer todavía la maleta; puede que fuera porque aún me costaba asumir que quizá no saliera de ahí en meses. Nos repartimos las camas, y yo no me quejaba de la que al final conseguí, me gustaba cómo estaba situada, pero aun así apenas dormí aquella primera noche, creo que casi ninguno de nosotros lo consiguió.
Y también estaba él: David. Un chico de veintidós años, algo delgaducho, con una forma de ser bastante simplona y unos rizos rubios muy característicos. Nos habíamos encontrado en los castings y yo empecé a lanzarle miraditas coquetas a las que él me correspondía con alguna sonrisilla. Después hablamos y me contó que era de Almería, que cantaba en una orquesta, que estuvo a punto de no llegar a tiempo al casting y que además se encontraba algo constipado. Me gustó desde el principio, sobre todo por esa sencillez y humildad suya, me causó ternura.
Pasaron las semanas, los temas, las clases, las galas… Ya me iba acostumbrando a la rutina y al frenético estilo de vida de Operación Triunfo. Hacer relajación con Nina, las divertidas clases de interpretación con Ángel, las coreografías de Poty, la grabación de los discos… Pero sí es cierto que era un tanto agobiante esa agenda tan intensiva y tener que dar siempre lo mejor de ti, y que te creaba cierta ansiedad el hecho de no poder salir, ni saber cómo acogía el programa el público fuera, y sobre todo echar tanto de menos a tu familia.
Me acerqué cada vez más a David; me hacía sentir cómoda, me hacía reír, me apoyaba, me mimaba, nos dábamos cariño el uno al otro. Y cómo me encantaba cuando me llamaba “Laurita”. Era un encanto de chico, y con una gran voz, todo hay que decirlo. Todos aquellos abrazos, besos y palabras tiernas comenzaron a crear complicidad entre nosotros, jugar un simple calientamanos sentados en el suelo nos hacía olvidarnos de todo lo que había a nuestro alrededor, y cuando nos quisimos dar cuenta éramos la pareja estrella del programa.
Entonces llegó aquel día. Empezaba una nueva semana y nos encontrábamos todos expectantes y esperando a que Noemí Galera nos diera nuestro nuevo tema.
—Chenoa, en pie —me dijo, y yo me levanté automáticamente algo nerviosa—. Esta semana cantarás con —hizo una pausa dramática—… David Bisbal.
Me giré enseguida hacia él, que se levantó con una sonrisa en la cara mientras el resto de compañeros aplaudía y nos abrumaba con exclamaciones pícaras.
—El tema que interpretaréis esta semana será… Escondidos, de Cristian Castro.
Lo cierto es que yo no conocía esa canción, nunca la había escuchado, pero David sí que parecía saber cuál era, porque me abrazo y me dio un tierno beso en la sien.
Qué canción más bonita, con esa letra que a los dos nos tocaba muy dentro por la situación sentimental y emocional que vivíamos, qué buenos ratos ensayando, riéndonos y encariñándonos cada vez más gracias a la música. Y cómo olvidar las broncas que le tenía que echar a David porque decía “solo tú y yo” en lugar de “solos tu y yo”; sí, eso nos trajo de cabeza. Podría llegar a decir que aquella semana fue la más bonita de mi vida, o al menos una de las más bonitas.
—¡Es que me haces gracia! —aquella tarde ensayando yo no podía dejar de carcajearme—. A ver, espera —puse la música de nuevo—. Venga, vamos desde arriba. Si quieres, hazlo, y si no quieres, no lo hagas.
—Por supuesto que lo hago —me respondió el con toda su seguridad—. Te beso en la frente, quedará más bonito.
—¡Hala, venga, como mis padres! —nos reímos los dos.
—Que es broma —me dijo y me dio un cariñoso beso en la mejilla—. A que te doy un beso en el cuello —me retó.
—¡Uuuhhh! —exclamé yo fingiendo bromear, pero poniéndome realmente colorada. Me reí para rebajar tensión y él se puso a hacer graciosas muecas—. ¡Ay, Dios mío!
—¡Claro! —se defendió él—. Porque lo que yo quiero decir es que un beso en la cara, pues, vale, es de…
—De colegas —completé su frase.
—Sí —asiente, y yo carraspeé intentando serenarme.
—Pues dámelo en el cuello.
—En el cuello, claro que si —coincidió él.
—No te pases —le avisé, pero vi en su cara que no le gustaron mis palabras—. ¡Es broma! —rectifiqué—. No se te puede decir nada.
—Que yo no me paso, yo soy bueno.
—Un sinvergüenza —le corregí.
—Sinvergüenza, pero con…
—Con elegancia. Eres un sinvergüenza con elegancia.
Aquel lunes por la noche me puse un vestido negro largo y adornado con rosas rojas para la gala, me maquillaron y peinaron y me dejaron estupenda, como siempre, pero ese día era especialmente importante, porque para mí y para David iba a ser una gala muy especial.
Al fin llegó nuestro turno, Carlos Lozano nos presentó, el público aplaudió expectante y, cuando mi corazón ya iba a mil por hora, empezó a sonar la música. David y yo salimos al escenario cogidos de la mano, empezamos a cantar, a sentir y disfrutar la canción, a transmitir lo que sentíamos, a mirarnos, a sonreírnos y a acariciarnos hasta llegar a abrazarnos.
Tengo que admitir que yo no creía demasiado en el amor, nunca me había enamorado como en las comedias románticas, pero desde aquella noche realmente me enamoré de David. Sí, era bastante incómodo saber que te están grabando constantemente y que lo que hagas acabará saliendo en el canal internacional pero, o bien decidíamos olvidarnos de ello, o nos escondíamos para buscar nuestros momentos de intimidad.
No gané Operación Triunfo; nunca me nominaron, pero ni siquiera llegué a ser una de los tres finalistas. Aun así, no me hace falta pensármelo dos veces si digo que no me arrepiento en absoluto de haber aprovechado esa oportunidad y que no la cambiaría por nada. Fue increíble todo lo que solo los dieciséis llegamos a mover, tanto que fue muy difícil asumirlo pero, con todo, de las mejores experiencias de mi vida, si no la mejor. Una carrera musical se extendía ante mí cuando salimos de la academia, me propusieron grabar mi primer disco, y toda esta nueva vida comenzaba por acompañar a Rosa a Eurovisión en Estonia junto a otros cinco compañeros, David entre ellos.
La relación con Laura ya se terminó. Ha sido una relación bonita, preciosa. La verdad es que nunca la olvidaré, ¿no? Porque… he vivido cosas maravillosas con ella.
Es un momento feo, es un momento malo y que… bueno… quizás lo he dicho antes, pero por primera vez os pido un poco de apoyo, un poco de respeto, porque no lo estoy pasando bien, pero muchísimas gracias y… que todo pasa y que seguimos siendo tan amigos, nos seguiréis viendo juntos, pero nada más, sobre todo mucho respeto. Yo nunca he hablado, es la primera vez que lo estoy haciendo, y no creo que oigáis ningún comentario más por mi parte.
CAPÍTULO 2 – DAVID BISBAL
(Bisbal)
Nunca olvidaré la época en que cantaba con mi orquesta Expresiones, allí en el bar La esquina. Fue mi primer trabajo y, sobre todo, mi inicio en el mundo de la música. Le debo tanto a esa orquesta… Fue precisamente por estar trabajando y viajando que no estaba en casa cuando seguramente me llamó el equipo de Operación Triunfo para el casting. Por trabajo no pude ir al casting cercano, pero no dudé en coger un avión a Barcelona pagándome yo los gastos para hacer la prueba allí. De ninguna manera podía perder esa oportunidad. Recuerdo que me puse enfermo, cogí una infección de garganta y, sinceramente, lo único que quería era irme a casa, pero era algo demasiado importante, tenía que sobreponerme.
Conseguir entrar en ese programa y quedar en segunda posición ha sido de las cosas más grandes que me han pasado en la vida, el desencadenante de todos los sueños que pude hacer realidad después. No iba con la intención de ganar el concurso, en mi cabeza simplemente estaba mejorar cantando y bailando, aprender y, sobre todo, que se trataba de un casting televisado que algún productor podría ver, decidir que le gustabas y que tenías futuro y estar dispuesto a grabarte tu primer CD. Y así ocurrió, pero todo fue a lo grande.
También fue muy bonita la historia que viví con Laura. Jamás olvidaré aquella canción:
Escondidos. Se convirtió desde ese momento en algo así como “nuestra canción”. Cómo la vivíamos y sentíamos al cantarla, los ensayos, las risas, el cariño… Pero hay otra que me pareció incluso más especial si cabe: Bella y Bestia son. Me encantó hacer aquella gala de Disney, y disfruté al máximo cantando la canción de La bella y la bestia con Laura; además de la de Sueña, de El jorobado de Notre Dame. Me acuerdo de aquel día ensayando este último tema mientras Laura, sentada, se limitaba a observarme, ya que ella también había tenido que cantar esta canción con Rosa en una gala. Vi cómo empezaba a emocionarse justo antes de que Rosa entrara en la sala y se sentara en aquella silla con ruedas junto al piano eléctrico sin decir nada mientras yo seguía cantando, hasta que terminé.
—No es justo —se quejó Laura, a punto de derramar una lágrima—. Mira como me dejas.
—¡Sueña, coño, y no llores más! —le dije acercándome a ella para acariciarle el pelo—. Mírala, qué guapa.
Luego di media vuelta y me dirigí a abrazar también a Rosa. Lo cierto era que estaba contento, me había salido muy bien esta vez, esperaba poder hacerlo así o mejor en la gala.
—Ven aquí, ven —le dije a Laura.
Pero ella no se levantó, parecía algo desanimada, así que fuimos nosotros a sentarnos con ella en el sofá. Nos pusimos cada uno a un lado suyo y nos abrazamos.
—No me llores —le dijo Rosa.
—Éste, que interpreta y me hace llorar —explicó—. Podríamos cantar la de Sueña los tres. Ya que nosotras también la cantamos…
—¡Es verdad! —dijo Rosa.
—Es broma.
Todo lo que vino en la última fase del programa (a parte de una agenda tan frenética que ni siquiera sabías qué te tocaba hacer en cada momento y no podías organizarte bien) fue absolutamente increíble: sentir el cariño de la gente, cómo aguantaban esas interminables colas para que les firmáramos un disco o cómo se agolpaban frente al escenario saltando, gritando y cantando. La vida de todos nosotros cambió radicalmente en cuestión de meses gracias a OT.
Llegué incluso a escuchar rumores de que los productores querían hacerme a mí ganador del programa por aquello de que con mi labia y mis rizos podrían venderme bien. Nunca supe si era verdad, pero aquella noche de la final fue Rosa quien ganó la primera edición de Operación Triunfo. Siempre me he alegrado mucho por ella, y el segundo puesto en que quedé yo tampoco está nada mal.
Tampoco puedo dejar de comentar el estupendo viaje a Estonia para acompañar a Rosa a Eurovisión, con Laura, Bustamante, Geno y Gisella, y la ya mítica broma de que con tanto jamón y vino que nos dieron, si hubiéramos ganado no habríamos tenido oído para volver a cantar correctamente.
Cuando salí de la academia tenía la sensación de vivir en una nube, como en un sueño que no podía ser cierto. Grabé mi primer disco: Corazón Latino, rodamos el videoclip de Ave María en una de las más bonitas playas de Almería, di mis primeros conciertos, jamás había tenido tanto dinero en el banco… pero sobre todo, al fin pude tener un poco de intimidad con Laura, sin cámaras ni nada de eso, y fue genial después de tanto tiempo teniendo que controlarnos y ser discretos. Siempre recordaré aquel maravilloso viaje a las Islas Maldivas que le regalé, lo bien que lo pasamos y lo mucho que disfrutamos juntos. Además, me encantaron los dúos que grabamos juntos, El alma en pie en su disco y Vuelvo a ti en el mío, con los que nos emocionábamos cada vez que los cantábamos.
Luego vinieron un millón de proyectos más, tantos que me sería imposible rememorarlos todos: duetos con otros cantantes, giras, conciertos en que en ciertas ocasiones compartía alguna canción con Laura (hemos vuelto a cantar Escondidos más de una vez y de dos), muchos viajes… Empecé a llegar más lejos que mis compañeros del programa, porque quizá a ellos por alguna razón no se les abrieron tantas puertas.
En menos de tres años empecé a darme a conocer internacionalmente y me compré una casa en Miami después de que mi productor, Kike Santander, me llevara allí a grabar el disco; la verdad es que fue un capricho, pero, ¿por qué no iba a mudarme al paraíso de la industria musical si podía? Conocí a la presidenta del club de fans de allí: una chica de 22 años, había estudiado Comunicación, pero era una apasionada por el mundo del diseño. Era muy mona, alta, de pelo castaño largo, rasgos dulces y buena figura, y se llamaba Elena Tablada. Todavía no sé cómo pudo ocurrir, pero me pareció una chica mona y muy maja y quedé con ella un día, y volví a quedar y… terminé cayendo en lo que jamás debería haber dejado que pasara. Lo cierto es que es de las cosas de las que más me arrepiento en la vida. Pero lo peor es que me empezó a gustar mucho Elena y pasar tiempo con ella, tanto que finalmente tuve que tomar una decisión muy difícil.
—Laura, tenemos que hablar —le dije, adoptando una expresión seria, aquella tarde en mi casa de Madrid.
—¿Qué ocurre? —ella frunció el ceño, pero seguía intentando no salirse de esa actitud suya de no darle demasiada importancia a las cosas, al menos antes de tiempo.
—Casi no nos vemos.
—No lo dirás por mí, el que prácticamente se ha mudado a Miami has sido tú —empezó a ponerse a la defensiva.
—No estoy buscando culpables —le expliqué.
—¿Qué me estás queriendo decir entonces?
—Que esto está empezando a convertirse en una relación a distancia y a mí se me está haciendo muy difícil. —Hago una pausa sin saber muy bien cómo seguir, porque en realidad ya solo me quedaría decírselo sin tapujos, y prefiero que ella interactúe conmigo y vaya deduciendo cosas para no tener que hacerlo, pero permanece callada—. A lo mejor con el tiempo cambian las circunstancias y podemos retomar la relación. —Sí, decir algo así siempre es muy socorrido para que la otra persona lo entienda sin tener que hablar demasiado claro.
Laura se incorporó en su asiento mirándome fijamente con los ojos muy abiertos.
—¿Me estás dejando? —Yo solo desvié la mirada y no quise contestar con palabras—. ¿En cuanto hay una dificultad nuestra relación ya no te compensa? ¿Es eso?
—No, pero…
—¿Entonces qué? —Me paso la mano por el pelo nervioso y trago saliva sin saber qué decir—. David, dime algo —insistió—. ¿Qué ocurre? —se quedó mirándome y fue el momento exacto en que ató cabos—. ¿Hay otra chica?
—No —mentí como en un acto reflejo—. No sé por qué dices eso; es solo que… no me veo capaz de seguir con esto. Nuestras vidas se han separado y tenemos que continuar cada uno con la nuestra. Ha sido algo muy bonito, sin embargo… —la miré a los ojos y noté cómo empezaba a formársele un nudo en la garganta.
—Muy bien —asintió levemente con la cabeza—. Si no quieres luchar por lo nuestro… de acuerdo, se acabó.
—Pero no quiero que llores ni que me guardes rencor. Eres una persona maravillosa y no quiero acabar mal contigo.
—Ya… —una lágrima resbaló por su mejilla—. Bueno, sí… supongo que… estas cosas pasan, así es la vida, ¿no?
—Exacto —coincidí—. ¿Amigos? —la miré alzando las cejas. Ella solo pudo encogerse de hombros, visiblemente bastante destrozada.
Pronto empezaron los periodistas a preguntarme por la relación con Chenoa. No tengo ni idea de cómo se enteraron, pero empezaba a asumir que ésa era mi vida ahora que era un personaje público: que todo el mundo supiera toda mi vida, incluso la personal. Al final me harté, comprendí que sería mejor hacerlo público de una vez por todas y acabar con ello, y aproveché para hacerlo en una rueda de prensa que di en Caracas, Venezuela.
—La relación con Laura ya se terminó. Ha sido una relación bonita, preciosa. La verdad es que nunca la olvidaré, ¿no? Porque… he vivido cosas maravillosas con ella.
El mundo se volvió loco del todo a partir de ese mismo momento. La cabeza me daba vueltas y me dejaban vivir tranquilo. Por eso, casi no me lo podía creer cuando un amigo me llamó y me preguntó si había visto las imágenes en que Laura salía en la puerta de su casa, con un chándal gris y llorando hablando de nuestra ruptura.
—Es un momento feo, es un momento malo y que… bueno… quizás lo he dicho antes, pero por primera vez os pido un poco de apoyo, un poco de respeto, porque no lo estoy pasando bien, pero muchísimas gracias y… que todo pasa y que seguimos siendo tan amigos, nos seguiréis viendo juntos, pero nada más. Sobre todo mucho respeto. Yo nunca he hablado, es la primera vez que lo estoy haciendo, y no creo que oigáis ningún comentario más por mi parte.
Me impactó mucho ese vídeo y sus palabras, y se la veía realmente dolida, tenía que estarlo para dejarse ver así.
—Qué mal rollo, ¿no? —comentó Elena.
Nuestra relación empezó a consolidarse ahora que había conseguido hacer eso que tanto me había dolido pero que era necesario. Elena trabajaba en el mundo del diseño y era modelo de zapatos, un trabajo tranquilo que le permitía viajar conmigo. Incluso saqué mi segundo disco, Bulería, pero la prensa rosa seguía propagando rumores falsos, como cuando leí que yo había dejado a Chenoa porque me había convertido en una estrella, que si había conocido a una ex Miss Universo, a una bailarina, a una cantante... Tanto fue así que me vi obligado a reconocer públicamente: “Estoy feliz con Elena”. Las cosas parecieron empezar a relajarse desde entonces, pudimos estar más tranquilos y yo preocuparme exclusivamente por mi música, que era lo que realmente quería. Saqué mi nuevo disco, Premonición, me corté los rizos para el videoclip de aquella canción sobre los niños soldado, hice duetos con cantantes internacionales como Rihanna y otros muchos proyectos que me encantaron, saqué
Aun así, ya años después, me topé con una entrevista de Los 40 a Chenoa en que ella aseguraba: “no sabía nada y me llevé el golpe más grande de mi vida. Dije que no había terceras personas y me equivoqué, aunque yo no lo sabía”. Ni siquiera quise darle más importancia, lo único que pretendía es que ella, la prensa y toda España lo dejaran estar de una vez. Sí, todo el mundo había sido testigo de aquello en OT, a todo el mundo le gustaba la pareja que hacíamos y vernos cantar juntos, pero nuestra relación había acabado, ya está. Yo estaba bien con mi nueva novia y con mi nuevo CD: Sin mirar atrás. Además, ella también empezó a salir con aquél actor, Alex González, que conoció en un cameo que hizo en Hospital central.
Enterarme de que Elena estaba embarazada me resultó desconcertante, porque no estaba en los planes de esa agenda tan organizada que yo tenía. Pero no por eso la dejé sola en ningún momento, dispuse todo perfectamente para estar presente en todo el proceso. El nacimiento de Ella el 15 de febrero de 2010 fue indescriptible para el mí. Cuando me la dieron, la sostuve en mis brazos, con cariño pero casi con miedo. Fue un momento hermoso, inolvidable, de una profunda emoción. Esa de ser y sentirse padre es una sensación indescriptible. Siempre he hecho más de lo que puedo para no perderme cómo crece y pasar el máximo tiempo con ella aunque a veces me resulte difícil compaginarlo con el hecho de ser un personaje público y con mi carrera; en aquel momento, por ejemplo, me dedicaba a ponerle voz a la banda sonora de la película La última canción con la canción When I look at you junto a Miley Cyrus.
Nuestra relación terminó en 2011, cuando Ella tenía un añito. Cosas que pasan cuando se cae en la rutina y se acaba el amor. Pero siempre será la madre de mi hija y aquella canción, El ruido, siempre me recordará a ella y siempre me hará emocionarme. Por no hablar de Mi princesa, que se la dedico a mi hija cada vez que la canto. No quería dejar de cantar esas canciones, y realmente creo que fue por eso por lo que me decidí a grabar un disco recopilatorio en acústico y en directo en el Teatro Real de Madrid y en el Royal Albert Hall de Londres. Cómo disfruté todos y cada uno de los conciertos de esa gira…
Después de ello tuve un par de aventuras con la modelo sevillana Raquel Jiménez y la Miss Universo 2006 Zuleyka Rivera, pero lo cierto es que mis relaciones no fueron a mucho más, hasta que al fin rehíce mi vida y empecé a salir con la actriz y modelo Eugenia Suarez, o China, como la llamaban. Era un encanto de chica, aún recuerdo aquel videoclip de la canción Hoy que tanto disfrutamos grabando.
Me tiré al barro y accedí a ser coach del programa La voz. En ocasiones me ha sido un poco difícil compaginarlo con mi carrera, pero al final lo he solventado, y ha merecido mucho la pena, porque ese programa me ha aportado muchas cosas muy bonitas, me ha hecho volver a emocionarme con la música y con personas que también tienen la ilusión de vivir de ella como yo y mis compañeros de Operación Triunfo unos años antes. Pero sobre todo me quedo con los niños de La voz Kids, qué frescura, qué currantes, qué máquinas, qué alma más pura que se podía ver en sus sonrisas y en el brillo de sus ojos, qué maravilla.
Las cosas me iban bien, pero tuvo que volver la mala suerte, y esta vez lo hizo con algo que realmente me trajo de cabeza: una periodista argentina filtró en las redes sociales el expediente de una investigación judicial sobre una red de prostitución de lujo que me implicaba a mí. Yo aparecía mencionado en la causa penal que tramitaba la justicia argentina como supuesto cliente de esta red que habría contado con una bailarina y animadora llamada Julieta Ortiz como una de sus empleadas. Negué aquellas acusaciones hasta la saciedad, negué cualquier relación con esa chica o con cualquier actividad de carácter delictivo.
—Me siento completamente indignado, cabreado. Es una injusticia que se haya visto mi nombre así, en ese tema —aseguré en un encuentro con un grupo de periodistas en la capital de México. La anterior había hecho un viaje humanitario a Nepal tras el terremoto que tuvo lugar, y nada más llegar me había encontrado con la noticia—. Lo primero que pensé es que vengo de ayudar a la gente en este viaje y vuelvo al primer mundo y me encuentro con esto. Se han inventado muchas cosas y han opinado muchas cosas de mi vida y mi carrera, una opinión es una opinión, pero esto ya es algo que me ha indignado por completo —apunté, no sin también agradecer los mensajes de apoyo que había recibido—. Yo siempre voy a hacer mi vida, siempre concentrado en mi música, sin meterme con nadie y dedicado a mi hija al cien por cien —insistí.
Mis abogados investigaron el origen de aquel bulo y al final consiguieron que la cosa no fuera a más con un gran alivio por mi parte. La bailarina, por su parte, también negó cualquier relación con ese delito, pero a esa… mujer, si se le puede llamar así, no se le ocurrió nada mejor que utilizar una entrevista a la revista Interviú para decir que me había conocido en un hotel, que había tenido un affaire conmigo y además hablar muy mal de mí. En fin… supongo que un personaje famoso tiene que aprender a lidiar con gente tan loca y los rumores que deciden propagar para intentar sacar provecho de ello. Lo peor de todo aquello fue que China no creyó, o más bien ni siquiera quiso escuchar, mi versión y, sin más, me dejó.
Seguí adelante grabando canciones para telenovelas sudamericanas, con mi nuevo disco de estudio, Tú y yo, viviendo la experiencia nueva y de lo más divertida y gratificante de rodar el mediometraje con María Valverde e incluso participé con ella también en el spot de Freixenet de las navidades de 2014.
Ya en 2016, conocí a Rosanna Zanetti. Al igual que las veces anteriores, no pude ocultar mi vida privada por mucho tiempo. A finales de marzo, los periodistas de un programa mexicano la vieron saliendo junto a mí de un avión en el aeropuerto y empezaron a preguntarme por esa misteriosa joven tan bella y rubia que me acompañaba y que si era mi nueva novia. Les respondí de mala gana que no tenía nada que decir, incómodo por aquello de “nueva novia”, pero en cambio preferí sí hablar sobre mi hija Ella y sobre la grabación de mi nuevo trabajo, en el que había puesto todo mi cariño viajando por todo el mundo para encontrar los mejores músicos y compositores, que estaría prácticamente listo para octubre. Finalmente el enigma se resolvió a las dos semanas, cuando Rosanna compartió una imagen en Instagram con mis perros: mi chow chow negro, Nala, y mi fox terrier blanco, Maxi. Así es como se descubrió también que habíamos pasado unos días en mi tierra y le había presentado a mis padres a mi pareja venezolana.
Ya habíamos grabado el videoclip de Antes que no en las playas de Almería y me encontraba inmerso en los últimos retoques del disco Hijos del mar cuando mi manager me dio la noticia de que Televisión Española quería realizar un reencuentro entre los dieciséis concursantes de la primera edición de Operación Triunfo. Me coincidía con las fechas del lanzamiento del nuevo disco, y desde el principio fui consciente de que sería algo incómodo reencontrarme con compañeros que hacía quince años que no veía y con algunos de los cuales ni siquiera entonces llegué a conectar del todo, que los titulares me tacharían de estrellita ante los demás y sobre todo que todas las miradas estarían puestas en el trato entre Laura y yo, analizarían cada detalle y propagarían rumores, pero por supuesto que yo tenía que estar ahí, sería bonito, y no dudé en segundo en reorganizar la agenda para poder participar.
CAPÍTULO 3 – EL REENCUENTRO
(Chenoa)
No quiero engañarme, no voy a hacerlo. Nunca llegué a olvidar a David. Sí, estuve saliendo con Álex González, con David de María, Basty, Alain Cornejo, Curi Gallardo y mi guitarrista Javier Arpa, pero está claro que un clavo no saca otro clavo, o al menos no si se trata de David Bisbal. Me convertí en la chica más guerrera encima del escenario y mis canciones iban desde un “cuando tú vas, yo vengo de allí, cuando yo voy, tú todavía estás aquí”, hasta un “ven y atrévete, sedúceme, soy lo mejor que va a pasarte”, pero no fui capaz de llegar a olvidarme completamente de él. De verdad que intenté sacarle de mi cabeza y de mi vida, pero él siempre estaba ahí, en la televisión, en la radio, en las redes sociales, siempre triunfando, siempre con proyectos nuevos, siempre con alguna otra chica que no era yo. No sé si me daba envidia de él o de sus parejas o simplemente me daba rabia que no fuera conmigo con quien compartía todo ese éxito y que yo no pudiera compartir con él el mío, o incluso encontrarme en ciertas ocasiones sin querer tarareando alguna de sus canciones. No, he dicho que no voy a engañarme, lo que de verdad me repatea es que me siga gustando tanto…
Aquel día mi manager me llamó para hablarme sobre el proyecto del reencuentro de OT que quería llevar a cabo Televisión Española. Por supuesto, yo no podía faltar, y reconozco que lo primero que se me vino a la cabeza fue él. No es que no nos hubiéramos visto en los últimos quince años, habíamos coincido alguna vez pero, aunque sea difícil de explicar, creo que cualquier chica podría entender lo que supone reencontrarte con un ex al que no has llegado a dejar atrás. Para empezar, en el vídeo individual que me grabaron para el programa me hicieron hablar de nuestra pasada relación y de aquel desafortunado día en que se me ocurrió salir delante de las cámaras con ese chándal gris. Yo, como siempre, intenté hacer ver que ya lo había superado, que ya no me importaba demasiado y que incluso podía reírme de ello. Después vi que a él también le preguntaron por mí en su vídeo, pero lo único que alegó fue: “La conexión con Laura era muy buena, es lo que sentía al cantar con ella. Era un privilegiado por cantar con una de las artistas top del programa”. Siempre quedando mejor de lo que debería, siempre consiguiendo no hablar demasiado de lo que no quería. O quizá no era tan perfecto, porque toda España se acabó enterando de que se alojó en un hotel diferente al nuestro con la excusa de que venía acompañado por muchos miembros de su equipo, su séquito...
Aquel día yo entré en la estancia agarrada a Gisella y Nuria, pero a él le obligaron a entrar solo y el último, y optó por hacerlo corriendo para unirse a nosotros cuando antes y destacar lo menos posible. Sí, fue maravilloso volver a ver a mis compañeros de OT, darnos abrazos y besos, reunirnos de nuevo, saber que a toda España le encantaría tanto como a nosotros mismos porque realmente habíamos formado parte de sus vidas, pero sobre todo, ahí estaba él, tan guapo, tan animado y con esa labia, tan inalcanzable a pesar de que en algún momento lo tuve. Siempre ha brillado con luz propia. Me dio dos besos y un abrazo que no fue frío, pero me lo pareció al recordar todos los que nos dábamos cuando estábamos juntos, mucho más cálidos. Como era previsible, aquellas fueron imágenes repetidas hasta la saciedad en las redes sociales y en televisión.
Nos sentamos lejos el uno del otro, y lo cierto es que fue lo mejor. Al menos pude olvidarme de su presencia en alguna ocasión y disfrutar del reencuentro. Fue maravilloso sentarnos todos juntos de nuevo después de nada menos que quince años aunque hayan pasado volando a recordar todo tipo de anécdotas de esos fantásticos meses que pasamos en la academia.
Fue entonces cuando Noemí Galera nos animó a Rosa y a mí a cantar la aquella canción de Sueña que tanto disfrutamos en su momento. No dudamos en cantarla una vez más, siempre era un placer.
“Sueña que no existen fronteras,
y amor sin barreras,
no mires atrás”.
Las dos nos emocionamos, y Rosa al final terminó derramando alguna lagrimilla. Es cierto que siempre ha sido una chica muy sensible, desde que la conocimos en la academia, y despierta en todos nosotros una ternura muy grande que nos impulsa a querer consolarla cuando la vemos así.
—Lo sé, es muy emocionante —le dije abrazándola—. Fueron muchos buenos momentos.
Y entonces ocurrió: David se acercó a nosotras, pero enseguida entendí que no, que solo iba a abrazarla a ella. La esperanza de que después también a mí me estrechara entre sus brazos como lo había hecho tantas reconfortantes veces permaneció aún unos segundos, porque yo también lo necesitaba, ¿es que no se daba cuenta? No, realmente no. Había pasado de mí y acababa de hacerme un horroroso desplante del que desde ese mismo momento se empezaría hablar en todas las redes sociales, ya lo estaba viendo. La impotencia ni siquiera me dejó escuchar lo que le decía a Rosa ni hacerle mucho caso a Gisella cuando se apresuró a venir a abrazarme a mí al ver la situación. Mentiría si dijera que no me había temido que pudiera ocurrir algo como esto, que me humillara otra vez, pero aun así me hizo mucho daño, ni siquiera supe muy bien qué cara poner.
Volví a mi sitio, pero ya no seguí disfrutando igual de la velada. Verle cantar, con esa voz casi prodigiosa y su físico que tanto me seguía gustando y su forma de ser que me atraía como un imán… fue bastante duro. Fue difícil también ver cómo Manu Tenorio le cantaba a Nuria con todo su cariño, su entusiasmo y su buen rollo esa canción, Noches de bohemia, y envidiar terriblemente a mi compañera hasta el punto que fue más que evidente en mi cara.
Sí que aun así también hubo momentos en que empaticé con David porque, vale, ese chico que yo conocí en la academia ha cambiado, ha crecido, ha madurado, supongo que es una parte inevitable de tanto éxito, porque reconozcamos que ha llegado más lejos que los demás, pero sí que se le notaba a la legua que no le hacía ninguna gracia destacar por encima del resto ni que se le calificara de estrellita. Se le vio incómodo y sin saber muy bien cómo comportarse cada vez que alguien hacía alusión a que él es más conocido o hacía alguna broma, y quizá fue por eso por lo que se mantuvo bastante callado.
Por la tarde, recuerdo que no me sentí demasiado bien cuando Àngel Llàcer quiso hacer un juego y nos dijo que nos pusiéramos cada uno al lado del compañero con quien más congeniáramos y David se apresuró a sentarse sobre el regazo de Àngel haciendo la “gracia” pero también de esa manera evitando emparejarse con nadie, principalmente conmigo. Pero después al fin por una vez hizo algo que no me dejaba mal, sino más bien todo lo contrario.
—Mucha gente a lo mejor se cree que, yo que sé, que David y yo, o lo que sea, o que Laura y yo, que estamos así un poco… mal, y eso no es cierto —dijo él con toda determinación dejándome anonadada.
Bustamante le dio un abrazo y luego fue mi turno también de darle también un fuerte abrazo aunque todavía sin saber cómo sentirme, como tomármelo o cómo reaccionar a eso.
—¿Qué te pasa, Rosa? —inquirió Àngel.
—Me ha dado mucha alegría, tío —añadió ella muy emocionada y todos se rieron y empezaron a comentar lo bien que había quedado David nuevamente diciendo eso.
—Cortad, tíos, cortad —dije, porque no me hizo demasiada gracia que todos comentaran lo bonito que había sido ver ese resquicio de lo que fue la parejita del programa como si fueran fans quinceañeras, y algunos abrazaban a Rosa con complicidad—. Dejadla que llore, que le hace falta —añadí, y luego me acerqué yo también a darle otro abrazo.
Sin embargo, por la noche con Nina, David sí que estuvo más animado, más como es él. Supongo que fue porque estuvo hablando con sus representantes y le dirían que si se mostraba cohibido y frío sería aún peor, que simplemente no dejara de ser él mismo. Comenzó a grabar vídeos con su móvil para los millones de seguidores de sus redes sociales, tal y como tenía entendido, o había visto con mis propios ojos, que estaba haciendo mucho últimamente. En los vídeos contaba como estaba yendo todo, se reía y sacaba a algunos compañeros para que saludaran; yo incluso llegué a salir también, y aquello me valió de excusa para después comenzar a seguirle también en Instagram y seguir haciéndome todavía más daño a mí misma.
El reencuentro acabó, como no podía ser de otra manera, cantando todos juntos la canción Mi música es tu voz. Podría decir que ése sí que fue para mí el mejor momento de todo el día, el recuerdo de algo que fue tan grande como para cambiar radicalmente las vidas de dieciséis personas, una canción que nos unía a todos.
Así las cosas, cuando todo acabó, cuando él se fue por su lado en un coche con sus representantes y los demás subimos al autobús de vuelta al hotel, empecé a notar un nudo en la garganta, no lo pude evitar y se me escapó la primera lágrima que intenté disimular secándola con el dorso de mi mano, pero a Verónica, a mi lado, no le pasó desapercibida.
—Oh, ¿qué te pasa? —inquirió, aunque las dos sabíamos que en realidad era una pregunta retórica.
—Nada, solo… —no pude contener un sollozo.
—Ven aquí —dijo ella y se inclinó para darme un fuerte abrazo.
Pude desahogarme y llorar un poco, pero tampoco era cuestión de dar el espectáculo en el autobús, así que hice lo posible por serenarme. Sin embargo, necesitaba hablar de ello, compartir con alguien como me sentía, y Vero podía ser la persona idónea, o la que estaba a mi lado en aquel momento.
—Me sigue doliendo mucho, ¿sabes? —le confesé—. Y darme cuenta de que él me ha dejado a mí tan atrás…
—¿Sabes qué? —Verónica pone sus manos en mis hombros haciéndome mirarla a la cara—. Puede que esté muy trillado decirte algo así, pero… las lágrimas no las merece quien las hace llorar.
Después del rodaje de los tres capítulos de El reencuentro de OT no volví a ver a David hasta el día que nos correspondía ensayar juntos nuestra canción. He de admitir que yo estaba muy nerviosa, pero al ver que él, como siempre ha hecho, se comportaba como si nada con esa gracia suya que no deja lugar a los malos rollos, decidí yo también actuar con total normalidad, casi como si nunca hubiera tenido nada con él, como si no me hubiera dejado por otra, como si no hubiera pasado nada de todo aquello, como si no le siguiera queriendo más que a ningún otro chico que haya conocido. También grabó un vídeo de nuestro ensayo y yo puse todo mi empeño en forzar también una espléndida sonrisa.
Entonces llegó el día del concierto. Supongo que es previsible pensar que, con todo lo que significaba ese concierto, con toda la gente que había venido a vernos y a los que no podíamos defraudar, con todas las canciones que tenía que cantar, yo no podía dejar de pensar en ese tema en concreto: Escondidos.
Empezó a sonar la música y yo salí al escenario con mi vestido más bonito. Le vi viniendo hacia mí con una amplia sonrisa y una mirada que decía “me encanta poder volver a cantar esta canción contigo”. No pude aguantarle la mirada mucho más ni quise preguntarme si solo estaba actuando y tuve que volver la cabeza hacia otro lado pasándome la mano por el pelo para disimular. Oh, aquello era demasiado. Podía notar cómo casi me fallaban las piernas a medida que se me acercaba. Entonces se llevó el micrófono a la boca y empezó a cantar.
Bésame mientras sientes la piel que hay detrás de mi piel
Le tenía demasiado cerca, cantándome con esa voz suya que tanto me gustaba y su mano detrás de mi espalda me rozaba muy sutilmente y yo tragué saliva preguntándome si sería capaz de hacer salir mi voz, pero tenía que hacerlo.
Júrame una y otra vez que tú intentarías amarme más solo un poco más que ayer
Después, durante en la escena que cantábamos juntos no dejó de abrazarme casi consiguiendo que me derritiera.
Como si fueras tú la vela y yo su luz para iluminarnos tú y yo casi nada, muy poquito dentro del cuarto en un rincón
Entonces llegó el estribillo y los dos volvimos a centrarnos en el público y en darlo todo por ellos con nuestras voces.
Escondidos, solos por amor la oscura habitación tu cuerpo, el mío el tiempo de un reloj
Escondidos, solos tú y yo atrapados sin poder salir del interior de tu interior mientras que hacemos el amor
Se acercó y me cogió la mano para después proceder a abrazarme de nuevo. “Ay, no, no me abraces que no puedo seguir cantando”, pensé. Y tener que decir esa frase: “mientras que hacemos el amor”…
Bésame mientras sientas la piel que hay detrás de mi piel júrame una y otra vez que tú intentarías amarme más solo un poco más que ayer
Como si fueras tú la vela y yo su luz para iluminarnos tú y yo casi nada, muy poquito dentro del cuarto en un rincón
No, se acabó, yo era Chenoa, la chica más guerrera, la que no se achantaba ante nada, ni siquiera ante David Bisbal, y tuve que creérmelo para venirme arriba y cantar y actuar como yo sabía, sin dejar que él consiguiera hacerme pequeñita, aunque continuara abrazándome.
Escondidos, solos por amor la oscura habitación tu cuerpo el mío el tiempo de un reloj
Escondidos, solos tú y yo atrapados sin poder salir del interior de tu interior mientras que hacemos el amor
Oh, Dios mío, realmente me mataba tenerle tan cerca, me hacía sentir… tanto calor…
Clandestinamente intercambiamos el calor indiscutiblemente, terminamos viendo el sol
Escondidos, solos por amor la oscura habitación tu cuerpo el mío el tiempo de un reloj
Escondidos, solos tú y yo atrapados sin poder salir del interior de tu interior…
—Antes de cantar la próxima frase que, la verdad, es muy bonita, si la cantamos todos, quiero decirte, Chenoa, Laura —Oh, ¿qué iba a decirme? ¿Qué demonios? No me importaba, solo el hecho de que me dedicara unas palabras conseguía sacar mi lado más sensiblero—, que siempre te he tenido mucho cariño, para mí ha sido un privilegio poder cantar contigo y revivir esta canción contigo, de verdad —Seguía sin saber cómo podía gustarme tanto… y sin saber qué cara poner, qué hacer ni dónde meterme—. ¡Que lo sepa la gente, por favor! —recalcó hacia el público.
Nos dimos un abrazo enorme, como los de antes, que casi me hizo incluso emocionarme porque en ese momento realmente me sentí bien, sentí que aunque no estuviéramos saliendo todo estaba bien entre nosotros. Yo estaba eufórica, hasta que ocurrió… En un momento de debilidad y demasiado sensible por las emociones, me confié, creí que podía hacerlo, y fui a darle un beso en la mejilla y a hacerle una caricia en la cara… y fue cuando se apartó. Me dio un vuelco el corazón; no, no podía haberme hecho eso, haberme hecho… la cobra... Sí, lo acababa de hacer. Tierra trágame. Yo ni siquiera pretendía nada y… Oh, ni siquiera podía hacer una estimación de cuánto bombo le daría a esto la prensa rosa… y la que no era rosa. Ya había soportado quince años de ser la que salió en televisión destrozada y con un chándal gris, ahora iba a ser Chenoa, a la que Bisbal hizo la cobra…
—Y ahora sí, me gustaría que cantarais con nosotros esta frase, ¿vale? ¿Estás preparada? —me preguntó, y yo solo supe contentar con un patético gesto—. ¿Todos? —volvió a mirarme a mí—. ¡Di algo, chiquilla, que no has dicho nada!
—Es que me da vergüenza —fue lo único que supe responder y me reí para rebajar un poco de tensión. Oh, ¿había dicho yo eso? Pues había vuelto a parecer boba—. No, es broma —intenté arreglarlo.
—Vamos —dijo.
Mientras que hacemos el amor
—Qué bonito, ¿verdad? —me dijo él lanzándose a abrazarme.
—Sí, qué recuerdos —coincidí, regodeándome entre sus brazos.
—Ha quedado estupendamente, lo has hecho genial.
—Oh, gracias. Y tú, claro.
Saludamos al público con sendas amplias sonrisas mientras nos seguían aplaudiendo eufóricos.
—Ahora sí —continuó David, pero yo seguía escuchando su voz como lejana y distorsionada mientras la cabeza seguía dándome vueltas.
—Ahora sí, ¿no? —repetí como acto reflejo intentando disimular.
—Ahora sí, escuchadme una cosa, quiero volver a repetir también un momento muy bonito…
—Espérate —de repente fui capaz de reaccionar al ver que se disponía a presentar a Rosa y le interrumpí—, que no me dejas… no me deja hablar —me dirigí al público.
Aproveché para dar las gracias y pedir un aplauso para los miembros de la orquesta y el equipo y David enseguida me acompañó en eso presentando y diciendo el nombre de algunos de ellos. Luego supe que tenía que hacerlo, no podía retrasarlo más, tenía que decirle yo también unas palabras a David.
—Y para mí, que quede muy claro, también ha sido todo un honor cantar contigo, David. Te quiero mucho, lo sabes.
—Y yo a ti —añadió él, pero no dejé que eso me distrajera.
—Y quiero mucho a tu familia, que está por ahí, les mando un beso gigante con todo el respeto y el amor del mundo —miré hacia allí y vi cómo los miembros de su familia se levantaban para aplaudirme—. Os quiero muchísimo. Gracias. Y eso incluye a su club de fans que son un amor también para mí. Todos mis respetos.
Después de aquello presentamos a Rosa, con su Europe is living a celebration y por último el concierto acabó una vez más con nuestra canción, la canción de los dieciséis: Mi música es tu voz. Me olvidé de aquella… cobra, no iba a dejar que algo así me fastidiara un momento tan grande como éste. Después ya lidiaría con los periodistas, los titulares, las redes sociales y demás, como ya estaba acostumbrada a hacer; o más que lidiar, ignorar, ya había aprendido a la fuerza que esa era la manera más eficiente.
Efectivamente, tan pronto como salimos del Palau Sant Jordi empezó la pesadilla. “¿David te ha hecho la cobra?” “¿Cómo te sientes después de la cobra de Bisbal?” “¿Has llorado?” Y otras preguntas indiscretas que me hicieron los periodistas que rehusé de contestar. Opté por tomármelo casi con humor, decir que no había ocurrido tal cosa y, cuando me encontré en Twitter el hashtag #TodosSomosChenoa, me puse tan furiosa al ver que la gente se compadecía de mí, que recalcar: “no todos somos Chenoa, no todos nos atreveríamos a cantar una canción de amor con un ex”. Me mostré cansada de la broma de una cobra “inventada”…
Así las cosas, me encontraba, viendo en Youtube el vídeo grabado desde otro ángulo que supuestamente demostraba que no había habido tal cobra, de nuevo al borde de las lágrimas, cuando mi móvil empezó a sonar encima de la mesa. Realmente me faltó el aire cuando vi que quien llamaba era David. Aun así, no dudé en cogerlo.
—¿Sí? —respondí.
—Laura, soy yo —añadió, y yo no supe qué decir—. Oye, sabes que yo no te hice… eso, ¿verdad? Y si lo pareció, yo… lo siento mucho, de verdad…
—Lo sé —le interrumpí, no quería seguir hablando de ello, era incómodo—. No pasa nada, ya sabíamos que al reunirnos después de tanto tiempo era inevitable que hablaran más de la cuenta e inventaran cosas.
—Ya… Pero, ¿tú estás bien? —quiso saber.
—Sí, por supuesto —respondí intentando contener las lágrimas y que mi voz no sonara ahogada—. Me lo tomo… con humor —hice un esfuerzo por soltar una risita.
—Sí, es lo que hay que hacer, si no nos volveríamos locos —dijo—. Yo lo negaré todo, ¿vale? Porque es mentira, realmente.
—Sí, claro —dije—. Gracias, David, yo…
—No, solo que… lo siento, no quería que pareciera lo que no es; de hecho, quise hacer ver lo contrario, por eso te dije todo aquello y… no sé cómo han podido inventar eso después de lo que te dije.
—Ya. No te preocupes, ¿vale? Estoy bien.
—De acuerdo, pues… te tengo que dejar, ¿vale?
—Sí —oh, no tenía más tiempo para mí—. Hablamos.
—Sí, claro, nos vemos.
—Adiós, David.
—Adiós.
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