(Drake)
Esa noche paso a recoger a Angy. Sé dónde vive porque esta mañana me he ofrecido acercarla a su casa en coche y ella no ha puesto ningún tipo de problema. Me pregunto si no ha sido imprudente por su parte haber depositado un exceso de confianza en alguien que no conoce, pero yo he hecho lo que debía y ella esta vez ha tenido buena suerte.
Tras aparcar, saco el móvil y le mando un mensaje para que sepa que he llegado. Angy no lo lee hasta cinco minutos después, cuando me responde “ya salgo”. Enseguida la puerta de su casa se abre y ella aparece. Bajo del coche para que me encuentre y cuando me ve no puede ocultar que se alegra de que yo esté aquí. Camina hacia donde me encuentro con paso firme entre la nieve sobre las mismas botas de tacón alto que llevaba ayer y luciendo sus bonitas piernas en unos pantalones negros ajustados.
—Hola —saluda al llegar a mi lado.
—Qué guapa te has puesto —le hago una caricia en la mejilla dándome cuenta de que también se ha maquillado con una línea negra bastante gruesa en los párpados y pintalabios rojo intenso. Estupendo, no desentonará.
—Gracias —es lo único que consigue decir añadiendo una risa nerviosa. Una pena, la Angy tímida ha vuelto.
—¿Has avisado a tus padres de que vas a llegar tarde hoy?
—Sí, claro —contesta.
—Genial, nos vamos a divertir —le aseguro—. Sube al carruaje, princesa —bromeo haciendo un gesto con la barbilla antes de entrar en el BMW yo también.
En apenas unos minutos hemos llegado a la casa de mi amigo Eithan. La entrada está iluminada con luces de color morado y se escucha el bullicio de la gente del interior desde aquí. Aparco el coche, salimos y envuelvo a Angy con mi brazo mientras caminamos hasta la puerta. Llamo al timbre y nos abren enseguida, lo malo es quién nos abre: Bárbara. Perfecto, justo la persona a la que no me apetecía ver. Lleva un conjunto negro de lencería con tiras, ligas y medias de rejilla de lo más sexy, su pelo color caoba recogido y su característica expresión de mala hostia en la cara que puedo percibir a la luz roja del interior.
—¿Qué haces aquí? —espeta secamente haciéndose oír por encima de la música de estilo tantra que suena dentro.
—Venir a la fiesta de un colega —le respondo en el mismo tono—. ¿Algún problema?
—Recuerda que fui yo quien te presentó a Eithan.
—Sigue siendo su casa, no la tuya.
—¿Quién es ella? No está invitada.
—Viene conmigo —es la única explicación que le doy—. Quítate del medio —la empujo para que podamos entrar, hago pasar a Angy delante de mí y cierro la puerta.
—No podéis estar aquí vestidos —insiste en discutir Bárbara.
Sin decir nada más, me quito rápidamente mis capas de abrigo y la camiseta dejándolo todo a un lado y me quedo solo con los vaqueros.
—¿Está bien así o no vas a poder soportarlo? —doy el paso que me separa de ella mirándola con expresión de desafío.
—Sí, de hecho, eres bastante fácil de ignorar.
—¿En serio? Y, ¿por qué no lo haces y me dejas en paz?
—Entonces explícale tú a tu amiguita cómo funciona todo esto.
—Puedes quedarte tranquila —permanezco mirándola esperando que se vaya mientras ella intenta encontrar algo más que añadir, pero al final decide dejar de hacer el ridículo y se marcha.
Angy entonces se gira hacia mí y me agarra del brazo para que la escuche.
—¿Dónde diablos me has traído? —inquiere.
—Igual se me olvidó decirte que es una fiesta erótica —alego y ella abre los ojos de par en par.
—Sí, se te pasó ese detalle —agrega haciéndome reír.
Justo entonces distingo a Eithan caminando hacia aquí entre la gente con una amplia sonrisa al verme. Por fin aparece.
—Eh, tío, ¿qué pasa? —llega a mi lado y me da una palmada en el hombro—. Me acaba de decir Bárbara que has llegado.
—No menciones a esa loca —le advierto en un suspiro.
—Vale —se ríe—. Ya veo que has traído a otra… acompañante.
—Sí, se llama Angy —le explico—. Angy, él es Eithan.
—Encantado —dice mi amigo y le da dos besos.
—Igualmente —añade ella con timidez.
—Llevas demasiada ropa —Eithan se lleva la mano a la barbilla pensativo—. Ven, creo que hay por ahí algunas cositas para emergencias.
La agarra del brazo para guiarla por la casa y yo les sigo esquivando a la multitud hasta una sala de estar. Allí, mi amigo busca hasta encontrar en un rincón una caja llena de conjuntos de lencería fina de todos los tipos y colores.
—Tienes para elegir —le dice Eithan.
Ella me mira a mí un tanto confusa y luego vuelve a observar la caja.
—De acuerdo… gracias —contesta sin una sola pizca de determinación en su voz.
Mi colega entonces sonríe y viene a colocarse a mi lado.
—¿Quién es esta chica? ¿Tu última víctima? —bromea.
—Puedes llamarlo así —respondo.
Ambos la observamos mientras al fin se resigna y se agacha para comenzar a rebuscar entre toda esa ropa interior algo que sea capaz de ponerse.
—Ya veo… —Eithan arruga la frente sin quitarle la vista de encima cuando ella termina por elegir un picardías rojo—. Así que esta noche vas a aprovechar para… corromperla. —Angy entonces mira a su alrededor antes de atreverse a proceder a quitarse la ropa.
—Demasiado tarde, eso ya ocurrió ayer.
—Tú siempre un paso por delante…
—No te voy a mentir, no estuvo mal… sobre todo porque era virgen —esbozo una sonrisa pícara y mi amigo se me queda mirando con la boca abierta.
—Eres un capullo con suerte —alega.
Ambos nos reímos y contemplamos el atractivo cuerpo de la rubia solo tapado por su bonita ropa interior hasta que se pone el picardías.
—Venga, vamos a pasarlo bien.
Los tres entramos entonces a una nueva estancia solo iluminada por tenues luces de color morado y algunas velas decorativas distribuidas por el lugar. En las paredes se han colocado espejos, globos e imágenes sexuales muy explicitas. Unas cuantas personas más o menos de nuestra edad también con poca ropa, algunas con el rostro cubierto por misteriosas e insinuantes máscaras, están sentadas sobre sofás, camas y otros asientos tapizados con telas de colores intensos alrededor de unas mesas en las que se han dispuesto varias cachimbas que desprenden un olor dulzón, preservativos de sabores, dados sexuales y juguetes eróticos además de pasteles, frutas y otros afrodisiacos acompañados por algunas copas de champagne.
Nos sentamos con unos amigos, bebemos y para empezar a ponernos a tono echamos una partida a “verdad o reto”, un juego que inevitablemente conduce a preguntas incómodas y situaciones de lo más picante. Alguna prenda que acaba en el suelo, algún beso con lengua, roces con intenciones, preguntas y respuestas con las que incluso a mí me sorprende enterarme de ciertas barbaridades que llegan a hacer estos degenerados, pruebas muy estimulantes que elevan la temperatura del lugar, algún baile provocativo que más bien resulta ser un striptease…
A mí no me cuesta seguir el juego, pero Angy está demasiado cohibida y la puedo entender, así que, cuando la fiesta empieza a subir de nivel hacia extremos que incluso pueden llegar a asustarla, me vuelvo hacia ella.
—¿Lo estás pasando bien? —inquiero.
—Si mis amigas se enteraran de que estoy contigo aquí, en una fiesta erótica, me matarían —evita darme una respuesta directa.
—No tenemos que contárselo.
—Es mejor no hacerlo, créeme.
—Muy bien, entonces quedaremos en secreto a partir de ahora —la hago reír. Sí, en efecto, acabo de darle a entender que vamos a vernos más veces—. ¿Quieres que nos vayamos de aquí? —me veo obligado a preguntar aunque ya sé la respuesta, Angy empieza a encontrarse un poco incómoda.
—Bueno… no pienso participar en la orgía que está empezando aquí así que… —me mira sin necesidad de terminar la frase y yo no puedo más que soltar una risita.
—Venga, vámonos —la agarro del brazo y nos ponemos de pie—, creo que si nos quedamos tú y yo solos no vas a tener tantos reparos —le digo consiguiendo que se sonroje.
Antes de marcharnos, me acerco por la espalda a Eithan, que está ocupado con una guapa morena sobre su regazo, y le interrumpo un momento para despedirme.
—Colega, nos vamos.
—¿Tan pronto? —mi amigo frunce el ceño y yo hago un gesto con la cabeza hacia Angy—. ¿Qué ocurre? ¿Te está empezando a dar un poco de miedo todo esto? —le pregunta a ella.
—Eeehhh… yo…
—Sí, en realidad sí —contesto yo y Eithan se carcajea—. Nos vemos mañana —le revuelvo el pelo.
—Portaos mal —es lo único que nos dice antes de volver a centrar toda su atención en la chica con la que está.
—Ven conmigo —le digo a Angy mientras envuelvo su cintura con mi brazo para guiarla.
Retrocedemos por el pasillo sobre nuestros propios pasos de antes pero en cierto momento no me resisto a hacer un alto en el camino. Al pasar junto a lo que sé que es un cuarto de baño, abro la puerta y tiro de Angy rápidamente hacia dentro.
—¿Qué estás haciendo? —inquiere ella mientras yo, tras comprobar que no hay nadie aquí dentro, cierro la puerta con cerrojo.
—¿Acaso quieres recordar esta noche solo por lo que pudo haber sido?
Doy el paso que me separa de ella para apresarla entre mis brazos contra la pared aún mirándola a los ojos fijamente. Una abochornada Angy se dispone a contestarme algo pero no se lo permito sellándole la boca con un beso. Mi mano recorre todo su cuerpo, desde sus pechos, que libero del sujetador para saborearlos, recorriendo su cintura hasta su culo, momento en que no puedo seguir conteniéndome, tiro de sus bragas con urgencia hacia abajo y ella se apoya en mí para levantar los pies del suelo mientras se las quito. Las meto en el bolsillo de atrás de mis vaqueros y me desabrocho la bragueta. Con las manos en su trasero, la levanto y no tarda en rodearme con sus piernas. Su espalda queda apoyada en la pared y veo cómo deja caer también la cabeza hacia atrás estremeciéndose con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Este tipo de polvos me gustan mucho: rápidos, cargados de morbo, intensos de principio a fin y muy efectivos. Me hundo más en ella y gime, pronuncia mi nombre dejándose ir y yo estallo también en pedazos abrazándola muy fuerte contra mí. Cómo me encanta. Su frente cae sobre mi hombro y noto su respiración entrecortada.
Cuando recupero el aliento reacciono, abro los ojos y me separo de ella dejando que vuelva a poner los pies en el suelo. Le devuelvo sus braguitas, que se pone enseguida, y me abrocho el pantalón. Peino con mis dedos el pelo de ella hacia atrás mientras Angy sin mirarme se recoloca el sujetador y el picardías.
En ese momento alguien da unos golpes en la puerta con actitud enfadada.
—¡Sal de ahí de una vez, algunas llevamos esperando ya un buen rato! —escucho desde fuera la voz de, cómo no, la tocapelotas de Bárbara.
Sin más, abro la puerta ante la cara de idiota que se le ha quedado a la chica con la que, cometiendo un grave error, me divertí en algún momento pero a la que ya no presto la más mínima atención a la vez que me regodeo en que ella lo note y se retuerza de la rabia.
—Vamos —agarro a Angy por la muñeca y tiro de su brazo para alejarnos de aquí.
—¿Qué demonios le pasa a esa chica? —inquiere ella cuando Bárbara ya no nos oye.
—Que está tan resentida como mal follada desde que paso de su culo.
Llegamos entonces a donde habíamos dejado nuestra ropa, nos vestimos y, mientras Angy termina de ponerse las botas, yo observo a Bárbara, que ya ha salido del servicio o quizá no ha llegado a entrar, y ahora está zorreando con un chico al que ni siquiera conozco. Pobre chaval, no sabe lo que le espera como se deje embaucar por esa arpía.
—Ya está —anuncia Angy subiéndose la cremallera de su abrigo.
—Salgamos de aquí.
Minutos después conduzco en silencio de vuelta hacia la casa de Angy mientras ella también se encuentra sumida en sus pensamientos.
—¿Qué planes tienes para mañana? —inquiero.
—Por la tarde, las chicas y yo vamos a ir a ver a Kyara a su exhibición de Pole Dance en la sala Cabaret, ya sabes, la que está al lado de la discoteca Luna Roja.
—¿Pole Dance? —aparto un segundo la vista de la carretera para mirarla—. ¿Ese baile tan sexy de la barra vertical?
—El mismo —confirma—. Kyara va a clases y a veces preparan funciones.
—Entiendo… —digo sin poder ocultar mi interés por lo que acabo de oír y Angy no puede imaginarse hasta qué punto—. Suena realmente bien.
Es entonces cuando giro a la derecha hacia su calle y pulso el interruptor warning para detenerme en doble fila frente a su casa.
—Tu parada, señorita —le digo a Angy.
—Gracias por traerme —abre la puerta del copiloto—. Me lo he pasado muy bien.
—Me alegro, yo también —coincido echándole un vistazo a su trasero cuando ella sale del coche—. Volvemos a vernos cuando quieras.
—Sí, claro, hablamos.
—Adiós, cielo, duerme bien.
—Adiós —se despide con una sonrisa y agitando la mano.
Angy cierra la puerta, yo espero hasta asegurarme de que entra en casa y después vuelvo a poner en marcha el coche para irme. No dejo de pensar en todo el trayecto en esa exhibición ni consigo evitar imaginar a Kyara encima de un escenario, ligera de ropa y contoneando su bonito cuerpo alrededor de una barra.
* * *
Menos de veinticuatro horas después me encuentro embobado y boquiabierto, sentado a una mesa al fondo de la sala Cabaret, sin poder apartar la vista de la guapa chica de pelo azul que sobre la tarima ejecuta una provocativa coreografía. Una vez se ha ganado al público, termina la actuación acompañada por los aplausos de la gente y con una amplia sonrisa antes de desaparecer. Nunca antes había contemplado esta disciplina en vivo y en directo y debo decir que es de lo más espectacular que he visto. Sí, me gusta, tiene un gran componente sensual a la vez que nadie podría negar el trabajo y esfuerzo que existe detrás, lo cual creo que también dice mucho del tipo de chicas que bailan Pole Dance.
Las luces entonces se apagan, un silencio sepulcral se instala en el local y empieza a sonar una nueva sugerente melodía. Para mi sorpresa y sin más demora, compruebo que la siguiente chica en actuar es Kyara cuando ella sale por la derecha del escenario con paso elegante ante los silbidos de exhortación de algunas personas mientras el escenario vuelve a iluminarse esta vez de rosa. Trago saliva, admito que tengo muchísimas ganas de verla en acción. Lleva el pelo suelto bajo un sombrero, una americana encima de un top y un culotte negros, una liga adornando su muslo izquierdo y unas botas charoladas de go-go del mismo color con plataforma y un tacón de vértigo. Kyara llega junto a la barra y en una breve pausa de la música levanta la vista hacia el público. Empieza entonces a bailar de una forma caliente como el infierno que me deja la boca seca obligándome a beber otro trago de mi copa. Ella juega con la barra y con el público sin llegar a mostrar aún todo lo que puede hacer. Tras un par de amagos de quitarse la chaqueta, al fin lo hace dejando al descubierto su tentador cuerpo. Da una vuelta alrededor de la barra con expresión traviesa y después, aún agarrada a ella, baja al suelo, donde demuestra su flexibilidad, sensualidad y encanto en una insinuante coreografía y acaba por quitarse también el sombrero lanzándolo al aire. Vuelve a levantarse y a partir de entonces me deja más anonadado aún si cabe. Trepa por la barra, se enrosca en ella, se coloca del revés, se deja caer al suelo abierta de piernas antes de volver a subir y empezar a volar literalmente alrededor de la barra, como la mejor trapecista o la gimnasta más correcta, como si reprodujera las piruetas de un baile de break dance en el aire, como si para ella no existiera la gravedad, como si su propio cuerpo no le pesara nada, aprovechando para lucir sus bonitas piernas enfundadas en esas botas… y todo esto sin dejar de provocarme una erección que está empezando a crecer entre mis piernas. Joder, ni siquiera sé cómo lo hace.
Por fortuna para mí, su canción acaba entonces. Kyara realiza un bonito saludo y se deja halagar por los aplausos de la gente hasta que unos segundos después sale del escenario. En cierto momento puedo distinguir a Angy y el resto de su grupo de amigas, que se han levantado de sus asientos para vitorear a Kyara. Jamás había visto nada igual. ¿De verdad nadie la está pagando por esto? A mí no me cabe la menor duda de que este espectáculo resultaría como poco muy rentable. A partir de entonces sigo mirando hacia el escenario pero no veo, el resto de chicas no me interesan, quizá porque no lo hacen tan bien o porque no están tan buenas… o quizá solo porque no son ella. Sin embargo, lo que sí tengo son grandes y muy interesantes planes de futuro.
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