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BUGS BUNNY Sin censura: Prólogo

Actualizado: 13 jun 2020

(Drake)




Conduzco tranquilo pero ligero por las curvas de la carretera limpia entre la nieve. Consulto el reloj digital del coche: voy un tanto justo de tiempo. Sin embargo, no es que importe demasiado si finalmente llego tarde; voy al cumpleaños de los veintidós de una chica mona pero excesivamente tímida.


Supongo que la pobre se sentirá un poco confusa, no creo que sea muy habitual en ella y sus amigas ir a cenar al restaurante de un hotel, aunque seguramente le hayan puesto la excusa de las riquísimas hamburguesas que preparan allí, lo cual en realidad es cierto. Además, ya habrán terminado, pedido la cuenta y el camarero les habrá cobrado hace rato, así que deben seguir alargando la sobremesa. Seguramente lleven toda la noche midiendo sus palabras para no desvelar lo expectantes que se encuentran por que llegue la sorpresa mientras intentan disimular que ocultan algo y sin haberle dado a la cumpleañera todavía ni un solo regalo. Me sé de sobra cómo va toda esta historia porque… bueno… porque yo soy el regalo.


Llego a mi destino y aparco el coche tan cerca como me es posible de la puerta principal del hotel antes de bajar y bloquear las puertas. Entro al hall y lo cruzo dirigiéndome rápida y directamente al restaurante.


Enseguida me fijo en el grupo de cinco chicas que se encuentran sentadas a una mesa al fondo de la estancia. Cuando estoy caminando hacia allí una de ellas se levanta como un resorte y me señala descaradamente diciéndoles algo a sus amigas mientras la de al lado agita el brazo para llamar mi atención aunque ya no haga falta.


Creo poder adivinar que la cumpleañera es la que se acaba de quedar con la boca abierta. Parece que le he gustado. Ella tampoco está mal: es rubia, mona, tiene un cuerpo bastante follable y desborda inseguridad por cada poro de su piel. De hecho, cuando llego ante ellas se queda en el sitio y se nota a la legua que no sabe qué decir ni cómo actuar. Traga saliva y se sonroja. Siempre he pensado que ser tan extremadamente cortada debe significar una carga muy pesada.


—Hola —saludo.


—¡Hola! —me corresponden sus amigas en un festival de sonrisas.


—¿Con cuál de vosotras hablé por teléfono? ¿Quién es Kyara? —inquiero paseando la vista por todas ellas.


—Yo —se apresura a responder precisamente la que me ha parecido la más atractiva de las cinco.


—Ya veo —automáticamente llevo a cabo con la mirada un repaso rápido pero a fondo de ella. Es más bajita que yo, tiene el pelo ondulado y largo de color castaño claro, la cara redondita con unos ojos grandes de color marrón, un bonito y voluminoso pecho y unas curvas muy sugerentes—. Encantado.


—Igualmente —coincide Kyara con una sonrisa boba. Vaya, ¿ése es el efecto que causo en ella?—. Y ellas son Megan, Phoebe, Mía y Angy —añade señalando a cada una de sus amigas.


—Así que aquí está la cumpleañera —digo entonces con una sonrisa pícara hacia la tal Angy captando su expresión de “tierra, trágame”.


—Sí —interviene Phoebe—, la que no se atreve ni a mirarte a la cara. —Claro, era evidente.

Albergo un extraño sentimiento de ternura hacia esta chica porque realmente parece un ratoncillo asustado y ella fulmina a su amiga con la mirada.


—Yo soy Drake —me presento inclinándome con toda confianza a darle dos besos—. Feliz cumpleaños.


—Gracias —dice por lo visto sin entender aún absolutamente nada; se me olvidaba que yo casi siempre suelo ser una sorpresa—. Aunque… la verdad es que… no sé muy bien por qué estás aquí.


—¡Espabila, Angy! —levanta la voz Kyara como si fuera lo más obvio del mundo—. El otro día nos confesaste que te parecía divertida la idea de que un… profesional del sexo te solucionara… ya sabes, tu problemilla. —Sí, su “problemilla”; así es como debe llamar ella al hecho de que su amiga todavía sea virgen.


Seguramente sea cierto y en su momento el curso de la conversación la llevó inevitablemente a admitir que no estaría nada mal que alguien como yo la ayudara en la pérdida de su virginidad, no creo que le parezca mal el original regalo que le han hecho sus amigas, pero se está muriendo de la vergüenza ahora mismo y no puede ni levantar la vista.


—Pero, Kyara…


—Tranquila —me rio para rebajar tensión y le pongo una mano en el hombro. Solo con eso se pone rígida pero yo finjo no haberlo notado. La miro a los ojos y espero a que ella lo haga también para hablarle—. No te preocupes, estoy acostumbrado a trabajar con chicas vírgenes y tan adorablemente tímidas como tú, me dedico a ello.


—¿Lo ves? —interviene Megan.


—Si no lo quiere ella, es para mí —alcanzo a escuchar a Kyara susurrarle a Mía y eso me descoloca un poco pero consigo seguir como si nada.


—Entonces, ¿quieres quedarte conmigo, cielo? —le acaricio el pelo a Angy.


Vacila un momento. Me está pareciendo que le da incluso más reparo solo decir que sí aquí y ahora que el hecho de irse a la cama por primera vez conmigo aunque no me conozca. Sé que le gusto y que siempre consigo transmitir confianza, cercanía y tranquilidad. Vamos, Angy, qué demonios, es tu duodécimo segundo cumpleaños y todavía eres virgen, claro que quieres hacerlo.


—Sí —solo le sale un hilo de voz pero aun así suena más convincente de lo que me esperaba.

Ignora los aspavientos de sus amigas y solo me mira a mí, que la observo con actitud orgullosa mientras me muerdo ligeramente el labio inferior.


—Podemos ir primero a tomar una copa en el bar del hotel y charlar un poco —le propongo—. Estás invitada —consigo arrancarle una sonrisa nerviosa.


—¡Bien, gracias! —acepta.


—En ese caso, creo que nosotras estamos sobrando aquí —les dice Mía a las demás.


—Sí, chicas, vámonos —coincide Phoebe—. Tú solo… pásatelo muy bien, Angy —añade con una mirada traviesa que grita “mañana nos lo cuentas todo”—. ¡Nos vemos!


—Claro —les asegura ella cuando las cuatro chicas empiezan a recoger todas sus cosas para irse—. Y, por cierto, muchas gracias por el regalo —termina por decirles con expresión burlona.


—No nos las des todavía —le contesta Mía con una risita—. Nosotras nos vamos.


—Sí, y no te olvides de escribirnos. Adiós, Angy—se despide Megan agitando la mano y sigue a Mía hacia la salida.


—Adiós —corresponde Angy.


—Ten un muy feliz cumpleaños —le desea Kyara guiñándole el ojo—. Pasad los dos una estupenda noche —se acerca un instante a mí para darme la tarjeta de la habitación del hotel y es cuando su proximidad y su roce hacen que algo muy intenso me recorra el cuerpo. Ella me mira enarcando las cejas y yo lucho por no quedarme embobado y asiento con la cabeza.


—Hasta mañana, Kyara —contesta mi clienta—. Hablamos.


—Eso será si te quedan fuerzas —suelta a bocajarro y Angy frunce el ceño en señal de descontento—. ¡Es broma! Disfrutad. Ciao —se despide y se da media vuelta para ir con las demás.


En ese justo momento me invaden unas terribles y casi irrefrenables ganas de apresurarme a alcanzarla y agarrarla del brazo para retenerla y exigirle mi beso de despedida. Si fuera mía no dejaría que se fuera así, sin más. En cambio, me contengo, dado que estoy trabajando y todo eso…


—Kyara —la llamo y ella se gira hacia mí. Mierda, no he sido capaz de controlarme lo suficiente—. Para cualquier cosa… tengo tu número de teléfono —le recuerdo.


—Sí, y yo el tuyo —responde y acto seguido se dispone a marcharse, pero entonces se detiene para decirme una última cosa—. Por cierto, trata muy bien a mi amiga, te lo advierto.


—No lo dudes, mañana te contará maravillas —le aseguro.


—Eso espero —le dedica una amplia sonrisa a Angy—. Hasta luego —se da media vuelta y se va.


Angy y yo permanecemos un momento contemplando a su amiga caminar hasta que se junta de nuevo con Mía, Megan y Phoebe y las cuatro salen de la estancia.


—Ven conmigo —cojo delicadamente de la mano a la chica de la que verdaderamente tengo que ocuparme hoy y la conduzco hacia el bar del hotel.


Cuando llegamos el ambiente allí es tenue y relajado, no hay mucha gente y se está bastante a gusto. Nos dirigimos hacia a la barra y nos sentamos frente a la misma en unos taburetes.


—¿Qué quieres tomar? —pregunto.


Whisky con Coca-cola, por favor.


—Vaya, con la bebida sí eres atrevida —bromeo, aunque es verdad que la mayoría de las veces este tipo de chicas tampoco beben alcohol. Mejor, así se desinhibirá un poco más.

Llamo la atención del camarero y le pido nuestras copas. Luego me vuelvo hacia Angy sabiendo que, si quiero hablar de algo para que esto no se haga incómodo, tengo que ser yo quien le dé conversación.


—Cuéntame, Angy, ¿por qué eres tan tímida con los chicos? —le pregunto sin andarme con rodeos.


—No lo sé, solo… no me relaciono mucho con chicos, así que soy incapaz de tomar la iniciativa.


—Tienes que cambiar eso, no puedes quedarte de brazos cruzados esperando que se te acerque el chico que te gusta, está estudiado que hay muy pocas posibilidades de que ocurra si tú no pones de tu parte.


El camarero nos sirve nuestras bebidas y le pago en el momento para quedar despreocupado, ya que no vamos a tomar nada más. Ella continúa intentando excusarse.


—Sé que debería hacerlo y lo intento, pero no es tan fácil.


—A lo mejor después de esta noche se te quitan un poco los reparos con los hombres —le hago una mueca y automáticamente se pone colorada, lo cual no deja de hacerme gracia.


—Sí, quizá, pero… bueno… da igual.


—Dime —insisto.


—¿Qué pasa si no lo consigo? ¿Y si no puedo dejar de parecer boba delante de los chicos y nunca consigo ninguna relación de ningún tipo?


—Poco a poco, Angy, no seas tremendista.


No me contesta, no sabe qué responderme a eso, solo baja la cabeza y juguetea con sus dedos. Me doy cuenta de que no la he convencido y entonces sigo hablando.


—Aunque, en cualquier caso, seguro que a alguno de mis amigos le gustarás.


—¿Tú crees?


—Sí —asiento con la cabeza para darles más credibilidad a mis palabras aunque no estoy seguro de ello—. Pero háblame de ti. ¿Estudias o trabajas?


—Terminé en junio la carrera de diseño gráfico; ahora llevo un par de meses, desde septiembre, haciendo prácticas en una empresa de animación en tres dimensiones.


—Vaya, eso debe ser alucinante.


—Sí, es cuanto menos entretenido.


—¿Y tus amigas han estudiado lo mismo? —quiero saber.


—Sí, son mi grupo de la facultad. Megan está haciendo las prácticas conmigo, Mía está estudiando la oposición para ser profesora de arte, Phoebe maqueta libros en una editorial y Kyara… bueno… hizo un curso de tatuadora y ahora está buscando trabajo.


—Ya veo —interesante, sobre todo eso último.


Me encantaría poder preguntarle ahora mismo a Angy si Kyara tiene novio, pero tengo que reconocer que no estaría bien hacer eso. Tendré que descubrirlo por mis propios medios pero, de cualquier manera, a Satanás pongo por testigo de que esa chica va a acabar gimiendo a gritos debajo de mí más temprano que tarde.


Sin querer pensarlo más, porque ya se sabe que a mí siempre se me ha dado mejor improvisar, agarro mi vaso y termino de un trago lo que queda de mi bebida antes de dejarlo otra vez sobre la barra.


—¿Te parece si vamos ya a lo que nos ocupa, Angy?


En el acto me doy cuenta de que acabo de abrumarla, ya que una vez más no me responde, solo se apresura a acabar también su copa. Cuando me mira me alivia ver que todo sigue yendo por el buen camino.


—Vamos —le hago un gesto con la cabeza y ella se pone en pie.


La guío hasta el ascensor, que llega enseguida, y subimos a la tercera planta. Después nos dirigimos hacia la derecha y abro la puerta de la habitación que Kyara ha reservado para nosotros. Soy consciente de que éste es el momento en que a Angy puede empezar a darle un poco de respeto todo esto, así que cuidadosamente la hago entrar con delicadeza.

La habitación por dentro me gusta bastante, es amplia a la vez que acogedora, está impoluta y la cama parece muy cómoda. Angy se dirige hacia allí tras dejar su abrigo, chaqueta y bolso a un lado y se sienta sobre el colchón, todo ello como si se encontrara en realidad bastante lejos de aquí.


—¿Qué te parece? —le pregunto arrancándola bruscamente de su ensimismamiento a la vez que yo también me quito mi cazadora.


—¿El qué? —implora.


—La habitación, Angy, la habitación.


Ah, bien. Sí, muy bonita —dice al fin y no puedo evitar reírme.


—No me preguntes por qué me parece que estás un poco nerviosa.


—Lo estoy —reconoce.


—No tienes por qué, cariño.


La tranquilizo haciéndole ver que puedo comprender cómo se siente mientras voy hasta la cama y me siento a su lado. La miro fijamente a los ojos y le acaricio la mejilla.


—¿De verdad quieres hacerlo? —le pregunto como última oportunidad de decirme que no pero sé que, aunque esto la intimide un poco, en el fondo está deseando que ocurra.


—Sí —admite con solo un hilo de voz.


Sonrío, le echo el pelo para atrás y me inclino hacia ella comenzando a besarle el cuello, despacio, sin asustarla. Le acaricio el brazo y ella cierra los ojos. Mis labios cruzan al otro lado de su cuello y mi mano se desliza sobre el contorno de su pecho y por su cintura hasta su cadera. Incluso llego a besarla en los labios, y es algo que no suelo hacer, invadiendo su boca con mi lengua mientras espero que ya la hayan besado antes.


De repente noto algo que no sigue bien, sé que debo parar y dar marcha atrás.


—Estás muy tensa —la hago abrir los ojos—. ¿Quieres que te de un masaje para que te relajes?


—Sí, no estaría nada mal —me agradece.


—Para eso primero vamos a tener que quitarnos la ropa —hago una mueca—. Empiezo yo.

Me pongo de pie y me quito la camiseta sin que me cueste demasiado. Es entonces cuando se queda embobada observando mi cuerpo e intentando descifrar mis tatuajes, aunque en realidad no hay mucho que descubrir. Enseguida me quito también los pantalones antes de volver a sentarme junto a ella.


—Tu turno —le insto.


Sin vacilar, agarro su jersey junto con la camiseta que lleva debajo y se lo subo deslizando mis manos por su cuerpo hasta que ella levanta los brazos permitiéndome quitárselo. La contemplo y me gusta lo que veo pero me cuido mucho de no hacerla sentirse incómoda. Desabrocho la bragueta de su pantalón mientras se descalza y en un momento de lucidez es ella misma quien se levanta para deshacerse de él.


—Muy bien, date la vuelta —le digo con voz calmada.


Obedece y se tumba bocabajo sobre la cama abrazando la almohada. De esta manera se sentirá más relajada. Yo comienzo con el masaje por sus hombros, lo cual va a venirle a las mil maravillas porque están agarrotados y contracturados. Después le desabrocho el sujetador para poder continuar sin sacarla de esta especie de estado de trance en el que se encuentra. Esto me suele ser bastante útil y se me da bien, aunque en alguna ocasión le hago cosquillas y ella suelta una risita. Mis manos cubren su espalda mientras mis dedos pulgares presionan a ambos lados de su columna vertebral haciéndola removerse cuando alcanzo sus lumbares y por último su trasero, el cual también acaricio.


—Es un buen culo, ¿sabes?


No es capaz de contestarme pero yo no le doy importancia, es normal. Vuelvo a ascender por su espalda masajeándola con los dedos y cuando llego arriba introduzco una mano debajo de ella para abarcar su pecho y recrearme también en esa parte de su cuerpo.


—Gírate —le susurro al oído.


La coloco bocarriba y no pierdo un segundo para librarme de su sujetador. Sí, me estoy empalmando, pero necesito tener un poco más de paciencia.


—Tienes un cuerpo precioso —le digo consiguiendo que se sienta menos cohibida.

Después me incorporo y su vista va directa a mis abultados bóxers; no me pasa desapercibida la cara de boba que se le queda y procedo a quitármelos. Ella intenta disimular pero puedo imaginarme que quizá nunca haya visto en vivo y en directo, y mucho menos tan de cerca, una erección; igual ni siquiera llega a entender cómo va a caber esto ahí dentro.


—No te asustes —intento calmarla.


Llevo mis manos a sus caderas en una caricia y me deshago de la última prenda que queda sobre la cama, sus braguitas, y un momento después me instalo entre sus piernas. Su respiración se acelera, no sé si voy demasiado deprisa y debería tomármelo con más calma para dejarla ir asimilando todo esto, pero la verdad es que ahora mismo la testosterona está consiguiendo nublarme la mente. Ella coge una abundante bocanada de aire, dándome a entender que tiene miedo, y cierra los ojos. Drake, baja el ritmo.


—Todavía no, cariño —suavizo la situación—. Ven aquí.


Ella suelta aliviada el aire de sus pulmones. He hecho bien, todavía no estaba preparada. Empiezo a llenarle el cuerpo de besos, desciendo desde sus senos despacio hasta su ombligo mientras la acaricio y continúo explorando su trasero. Sí, me parece que esta noche me lo voy a pasar bastante bien. Se revuelve debajo de mí y jadea inevitablemente ante el conjunto de nuevas e intensas sensaciones. Entonces llevo mi mano entre sus piernas y mis caricias la encuentran bastante húmeda. Es entonces cuando se le escapa un ligero gemido ante mi perturbador juego con su clítoris.


—Ya estás lista —digo sin poder contenerme más.


Recojo del suelo el preservativo que llevaba en el bolsillo de los vaqueros y me incorporo para rasgar el envoltorio antes de ponérmelo. La agarro por la cintura, hago coincidir el extremo de mi polla en el vestíbulo de su vagina mientras ella se encuentra paralizada y la penetro con un movimiento no demasiado fuerte pero lo suficientemente firme. Rompo algo en su interior y no es solo físico. Frunce el ceño y emite un quejido desde su garganta. Joder, qué puta delicia, está caliente, suave y muy cerradita. Por esto me encantan las chicas vírgenes. Ella lleva la mano bajo su ombligo.


—Duele… —refunfuña.


—No, cielo, esto te va a encantar —le aseguro volviendo a salir y entrar en ella sin conseguir contener un gruñido—. A menos que quieras que pare.


—No —consigue articular.


De una nueva embestida me introduzco más profundamente en su pequeño coño haciéndola gritar. Ahora sí he llegado hasta el fondo y tengo que tener cuidado de no hacerle daño. Me muevo lentamente tratando de que se acostumbre a esto y lo consigo porque creo que está empezando a disfrutar. Se olvida de absurdos reparos y se deja llevar permitiéndose emitir repetidos gemidos de placer. Arquea la espalda al sentirme moviéndome y acariciándola encima y dentro de ella. Acelero cada vez más el ritmo y dejo caer mi frente sobre la almohada jadeando junto a su oído; me está costando demasiado no correrme ahora mismo. A Angy se le abre la boca y gime alto una vez más, está respondiendo exactamente como debe.


—Lo estás haciendo muy bien —la congratulo.


Continúo haciéndola perder la serenidad ahora de forma más brusca. Sí, le está encantando, lo sé, sobre todo porque nunca había experimentado nada así. De repente, empiezo a sentir cómo se derrite por completo, todos los músculos de su cuerpo se contraen, echa la cabeza hacia atrás y grita mientras su vagina tiembla literalmente. Eso es, cariño. Su primer orgasmo; ha sido excelente y… todo mío, para siempre. No paro, ella apenas conserva la consciencia mientras yo la sujeto por las caderas y sigo deleitándome con su cuerpo un poco más sin poder negar que está siendo un polvo especialmente bueno hasta que con un gemido me derrumbo sobre ella corriéndome prolongada y muy salvajemente.


—Joder, nena… —no soy capaz de añadir nada más, no me cansaría de follarla en toda la noche.


Cuando recupero el resuello, me aparto de ella para tumbarme a su lado. Angy encoje las piernas y se acurruca de costado. Le paso la mano por el pelo.


—¿Qué te ha parecido? ¿Ha sido como te lo imaginabas? —pregunto y ella me mira.


—En realidad, mejor de lo que me esperaba —confiesa.


—Me alegro, cuéntaselo a tus amigas mañana —sobre todo a Kyara.


Oh, qué fanfarrón —me dice y yo me río.


Sí, con cualquier otro esto podría haber sido un desastre, suele serlo. Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que Angy rueda por la cama y se inclina a alcanzar su bolso. Saca el móvil para mirar la hora.


—Ya no es mi cumpleaños, son más de las doce.


—Solo tendrás que esperar trescientos sesenta y cuatro días hasta el próximo.


Se pone un poco triste. Sí, lo ha aprovechado, seguramente entre en el top cinco de sus mejores cumpleaños, pero se pasan siempre tan rápido…


—Oye, ¿quieres irte a casa? —le pregunto—. La habitación está pagada, pero si prefieres…


—No, estoy bien, de verdad; de hecho... muy bien.


Me quedo mirándola tratando de adivinar lo que ha querido decir con eso último. Es cierto eso de que los hombres no entendemos a las mujeres, sin embargo, creo que esta vez puedo apostar a que sé lo que está pensando, aunque coincida con lo que yo mismo quiero.


—¿Tan bien como para repetir?


Le da vergüenza responderme pero a estas alturas ya he aprendido a interpretar sus silencios y sus sonrisas tontas. Llevo mi mano a su ombligo y mis dedos empiezan a trazar círculos alrededor de él en una insidiosa tortura.


—Dime, Angy, ¿quieres?


—No lo sé… ¿Eso va incluido en el precio? —bromea haciéndome reír.


—Contigo sí, invita la casa.


Esta vez se deja llevar totalmente por mí, sin prejuicios, dejando la mente en blanco, lo disfruta mucho más, el placer es intensísimo y tras alcanzar el clímax acaba agotada, tanto que se queda dormida casi automáticamente.


Por la mañana me despierto con el ruido del agua corriente procedente del baño. Angy debe estar dándose una ducha. He dormido bastante bien, ella no me ha despertado en medio de la noche dando vueltas en la cama como me ha pasado alguna que otra vez al no estar la chica en cuestión acostumbrada a dormir en un hotel con otra persona. Hago la croqueta sobre el colchón, ahora para mí solo, sin ni siquiera abrir los ojos con la intención de continuar remoloneando un rato más. Sin embargo, dejo de escuchar el agua y minutos después oigo los pasos de Angy.


—Drake —me hace abrir los ojos y la encuentro envuelta en una toalla blanca y con el pelo recogido


—Buenos días —digo estirándome hacia mi móvil para mirar la hora.


—Deberíamos bajar a desayunar.


—Sí —me incorporo y la miro a los ojos—. ¿Cómo estás?


—Un poco dolorida, creo que tengo agujetas —añade consiguiendo hacerme soltar una carcajada. Creía que lo había oído todo, pero ésta es nueva.


—No son agujetas —le aseguro levantándome de la cama y me agacho para recuperar mis calzoncillos sin que se me pase por alto la mirada de ella sobre todo mi cuerpo.


—¡No te burles de mí! —me reprocha—. Sí que lo son, aquí en las ingles.


—Como quieras pero… ya sabes cómo se quitan las agujetas, ¿no? —le sonrío de forma traviesa.


—No, no vamos a hacerlo otra vez, he tenido suficiente; además, me acabo de duchar.


—Bien, entonces, ya que no me has esperado, ahora me toca a mí —digo y me dirijo hasta el baño.


Poco después nos encontramos desayunando en el restaurante del hotel. Angy está radiante hoy a pesar de no llevar maquillaje, le ha sentado bastante bien descubrir el sexo. Yo bostezo mientras remuevo mi café con leche.


—¿Qué planes tienes para hoy? —me pregunta entonces.


—¿Hoy?


—Sí —asiente—. ¿Alguna otra chica que desvirgar?


—No, esta noche un amigo mío da una fiesta en su casa.


Oh, y, ¿ya tienes con quien ir?


Pienso en Bárbara… No, lo cierto es que no tengo acompañante; iré solo, no es que me importe.


—Qué va —contesto.


Angy se queda quieta observándome fijamente y cuando levanto la cabeza me topo con su sonrisa de medio lado. Me pongo serio. No, dime que no está haciendo lo que creo que está haciendo. Aunque en realidad… Sí, será un bonito adorno. Me paso la lengua por el labio inferior y me inclino hacia delante apoyándome sobre la mesa.


—¿Me estás… sugiriendo venir conmigo?


—Hace mucho que no salgo de fiesta —alega.


—¿Dónde ha ido toda tu inseguridad de ayer? —ella vacila y no espero a que conteste, obviamente lo que hicimos anoche la ha envalentonado—. Está bien, puedes acompañarme hoy, pero para eso primero tendrás que darme tu número de teléfono.





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