Cuando Tiffany Quinn desaparece, todo cambia.De los 212 residentes de Cryers Cross, Montana, 178 se unen al sheriff Greenwood en una búsqueda que dura varios días, desde la salida del sol hasta que cae la noche. La escuela ha cerrado porque todos los estudiantes participan. Escudriñando caminos, registrando granjas, atravesando pastos donde se alimentan vacas y caballos, cruzando campos con trigo, cebada y patatas recién plantadas. Suben colinas y se internan en los bosques. Se desplazan en grupos de dos o tres, algunos nerviosos, otros llorando, otros más decididos. Se gritan cada poco tiempo para asegurarse que no se pierde nadie más: los móviles no sirven para mucho. Cryers Cross no tiene cobertura.Después de cinco días no hay ni rastro de Tiffany Quinn.
Un estilo de libro que no abunda precisamente entre mis lecturas, pero supongo que el misterio y la curiosidad por saber cómo se resolvería este entuerto acabaron por llamar mi atención.
Kendall vive en Cryer’s Cross, un pueblo pequeño donde nunca pasa nada hasta que, un buen día, una niña desaparece. Aún no se ha llegado hasta el final del caso cuando a Nico, el mejor amigo de la protagonista, se le pierde la pista también. Kendall cree estar volviéndose loca cuando empieza a encontrar extrañas inscripciones en el antiguo pupitre de ambos compañeros que le parecen proceder del propio Nico.
Un libro corto que se lee rápido, sencillo, no muy elaborado. Sin embargo, no he llegado a conectar del todo con los personajes, únicamente la personalidad de Kendall es la que llegamos a conocer un poco mejor, a pesar de no tratarse de una novela escrita en primera persona. La autora refleja bastante bien el TOC que sufre la protagonista, la ansiedad y la confusión que siente por no entender lo que está ocurriendo y la valentía que le otorga saber que no podría perdonarse ignorar las señales que está recibiendo, por muy insólitas y absurdas que parezcan, y no hacer el intento al menos de salvar a Nico. Mi aspecto preferido del libro surge cuando, a raíz de las medidas de prevención declaradas en el pueblo, Kendall se ve obligada a ir al colegio siempre acompañada de un niño de ciudad recientemente llegado a Cryer’s Cross. Ambos comenzarán a enamorarse y Kendall no podrá evitar sentirse culpable a pesar de que Nico y ella no se catalogaban oficialmente como novios.
El final me ha parecido demasiado extraño, aunque quizá solo sea porque siempre he preferido el realismo. El desenlace resulta tan inverosímil y paranormal que no termina de encajar en una historia que podría haber sido real de no ser por cómo acaba.
Personalmente, no recomendaría esta lectura, aunque puede que el punto a favor sea que hay pocos libros de terror o misterio juvenil y quien opte por este género quizá sí pase agradables ratos leyéndolo.
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