Seis años después, las vidas de nuestros protagonistas han cambiado. Han conseguido ser felices, pero cuando menos se lo esperan, sus caminos se vuelven a cruzar…Tras el éxito de A tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti, llega el esperado desenlace de la historia de amor de Step, Babi y Gin.
Tercera y parece que última parte de la ya famosa historia de amor entre Step y Babi. A pesar de que la versión española de las películas me decepcionó bastante partiendo del hecho de que cambian al protagonista, me encanta esta saga y estaba deseando que saliera Tres veces tú, tanto que el mismísimo día del lanzamiento fui a la presentación de Federico Moccia en Gran Vía, conocí al autor, nos hicimos un par de fotos y me firmó el libro que compré sin dudarlo con las palabras: "No te preocupes, volverás a ser feliz. Por cada una de tus sonrisas..."
Tras mostrarnos en Tres metros sobre el cielo el ya tan trillado pero aún bonito tópico de un romance entre una “niña bien” y un “bala perdida” y después de su segunda parte en la que aparecía el personaje de Gin, Tengo ganas de ti, ahora, en un tercer libro demasiado gordo como para ser cómodo de leer e imposible de llevar en el metro, el cual yo he tardado unos dos años en terminar, el italiano autor nos cuenta qué ocurrirá finalmente con este triángulo amoroso en una novela de su más puro estilo propio romántico y emocionante ambientada, por supuesto, en la ciudad de Roma. Debido, no a uno, sino a dos giros de los acontecimientos, Stefano Mancini (ya no es sólo Step porque ahora ha madurado, lo cual sería una buena idea de no ser porque esto ya ocurrió en la novela anterior…), ahora un exitoso productor de televisión, tendrá que elegir entre la comodidad de quedarse con Gin respetando la decisión que tomó en su momento y la valentía de volver a ser feliz con Babi.
Yo siempre digo que cuando lees a Federico Moccia nunca sabes lo que te vas a encontrar, lo mismo te enamora que te decepciona; de hecho, hay libros suyos que me querría releer pero también recuerdo, por ejemplo, que estuve a punto de dejar Tres metros sobre el cielo porque no comprendí absolutamente nada hasta que la historia se centró en los protagonistas. Y es que este autor tiene una forma de escribir muy ambigua, las imágenes que te vienen a la mente mientras lees son como las de un sueño, algunos de los pasajes o capítulos tratan sobre personajes secundarios a los que lo que les ocurra no es relevante para el libro, la historia retrocede y avanza en varias ocasiones, el autor refleja (intentando simular la vida misma en que, en el mismo momento, cada uno está inmerso en algo distinto) los pensamientos de los diferentes personajes indiferentemente e incluso llega a utilizar un tiempo verbal inadecuado y lo mismo te describe paso a paso cómo Step se prepara y se toma un café sin azúcar (lo cual a mí personalmente no me hace falta leer por mucho que me guste este chico) que se ventila en apenas unos párrafos una escena importante. En el caso concreto de este esperadísimo último libro ocurre esto en una desordenada, larga y lenta sucesión de páginas inevitablemente saltables en las que se habla del trabajo de Step y otros sucesos sin trascendencia intercaladas con las ocasiones en que se resuelven ciertas cosas que quedaron en el aire en los anteriores libros (lo cual resulta cuanto menos curioso, ya que han pasado nueve años de aquello) hasta bien entrados en páginas, cuando empieza a ponerse interesante de verdad. A partir de entonces la novela te enganchará hasta el final dado que los protagonistas se encuentran con un montón de situaciones que afrontar, percances, indecisiones y sorpresas que no dejan indiferente al lector, que les devuelven al pasado y les conducen a un final de lo más… adecuado o oportuno.
Sigo sin saber lo que es la felicidad. ¿Conformismo o resignación? ¿Esforzarse por valorar ciertos escasos y breves momentos más que todo lo demás? No me convence, pero me gustó mucho una frase de Step en este libro que como podréis imaginar me ha costado la vida volver a encontrar entre todas esas páginas: “si fuera tan fácil tomar una decisión de este tipo y que al momento todo funcionara bien, entonces las confesiones, todos esos avemarías y sobre todo ustedes (los curas), ya no serviría de nada”. Esto viene a decir que, cuando tienes que elegir entre dos opciones, ya sea en el amor como le ocurre a Step o en cualquier otro ámbito, aunque a la gente parece costarle muy poco aconsejarte, muchas veces no hay simplemente una alternativa buena y otra mala y sin embargo tienes que vivir con la elección que hagas. Frustración como la vida misma, y yo a eso no lo llamo precisamente felicidad. Independientemente de esto y como parte de mi opinión personal diré que en el lugar de Step yo tendría muy claro que me quedaría con Gin, ya que Babi siempre me ha parecido una niña estúpida que se enfada cada vez que no consigue lo que quiere sin apenas ningún matiz más, sobre todo desde que dejaron a la Valverde interpretarla en la versión española de la película y a mi entender se terminó de cargar el personaje.
Como colofón diré que me parece extraordinario el gesto de Federico Moccia al escribir este desenlace para sus admiradoras y también como experiencia personal para sí mismo puesto que, como él mismo dice en los agradecimientos, a todo escritor le llega un momento en que nuestros personajes cobran vida propia y un libro te permite hacer balance de tu vida, lo cual se entiende mejor si has tenido la oportunidad de escuchar la historia del autor en una de sus presentaciones. En cualquier caso, creo que esta última novela era muy necesaria para que todos hayamos podido ponerle punto y final a esta bella trilogía.
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